¿Qué es la Catequesis del Buen Pastor?

La Catequesis del Buen Pastor busca conducir al niño a experiencias de contemplación y de comunión con el Señor. “El niño menor de seis años posee un potencial religioso que no debe desaprovecharse; es decir, tiene una verdadera hambre y anhelo de Dios, y es capaz de responder a su amor con verdadero enamoramiento”.

Sofía Cavalletti solía decir que ‘entre Dios y el niño hay una real y misteriosa unión; en el niño está muy clara la imagen de Dios, por lo cual Dios y el niño son dos riquezas de amor que se atraen’.

Esta catequesis tiene como fuentes la Biblia y la Liturgia, y se basa en los principios de María Montessori, privilegiando así los valores espirituales de la infancia, lo que a su vez ayuda a la formación moral del niño a la luz de la Palabra de Dios, y les brinda las bases para convertirse en constructor de la historia en justicia y solidaridad”.

El “Atrio” constituye un ambiente preparado, un lugar en el que el niño comienza a conocer las grandes realidades de su vida de cristiano, pero sobre todo, comienza a vivirlas en la meditación y en la oración.

“No es lugar de instrucción religiosa sino un lugar de trabajo que se convierte en un coloquio del niño con Dios; un lugar que facilita el recogimiento y el silencio interior, y el trabajo de los niños, con los materiales, ayuda también a ello”.

Los niños que viven esta experiencia en un ambiente preparado de “Atrio” comienzan desde los tres años de edad y continúan hasta los 12.

En el transcurso de este tiempo, los niños se preparan y reciben los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía; sin embargo, “no es un punto de llegada, aunque por supuesto son momentos muy fuertes en su experiencia religiosa”.

La Catequesis del Buen Pastor se inscribe en la tradición de aquella catequesis de las primeras comunidades cristianas, cuyo objetivo esencial era introducir al catecúmeno en la experiencia de la comunión viva con el Señor Jesús, por mediación de la Palabra meditada amorosamente, de los signos sacramentales vividos con intensidad y por la vivencia de la fraternidad con el Espíritu Santo.

“Por tanto es más una ‘experiencia’, que un acercamiento con la religión como un hecho intelectual. Aunque por supuesto, viviendo su relación con Dios, trabajando con los materiales y meditado aquello que le fue anunciado, el niño llega a conocer lo más importante de nuestra tradición cristiana”.

Fuente: Vida Nueva Digital